Mucho he esperado a terminar la primera parte de los relatos de mi vida en Varsovia, Polonia. Pronto desfilarán también por aqui para que todos ustedes puedan leerlos. Por ahora, me conformo con decir que no dejo de estar maravillado con la cantidad de parques y zonas verdes que tienen los polacos. Es evidente que durante el invierno a menos muchos grados, la grama y el verde desaparecen, y seguramente que hasta los troncos de los árboles deben parecer más flaquitos del frío condenado que puede pegar aqui, pero también hay que admitir que durante el verano, esta ciudad tiene mucho que mostrar.
El Parque Lazienski es TODA UNA OBRA DE ARTE. Caminarlo es como andar por el Parque del Este, pero sin sentir que te van a robar, sin tener que escuchar carros demasiado cerca, y viendo a niños jugar inocentemente con agua en cualquiera de sus jardines, algunos de los cuales se me asemejan muchísimo a las Tuileries en París, o al mismísimo Luxemburgo.
Se erigen dentro de sus incontables metros cuadrados de extensión un impactante monumento a Frederic Chopin (Szopen, en polaco. Sí, era polaco, y es casi un prócer de esta renanciente patria!), un castillo sobre una isla, incontables caminos de tranquilidad, interrumpidos de tiempo en tiempo por grupos de gente ávida por llegar hasta el último de sus rincones! Seguramente mi viejo estaría contento de que estuviera en la tierra de alguien cuyas partituras tantas veces tocó. Aunque creo que le hubiese gustado más que al menos hubiese salido con un poquito más de oído y tocara el piano como él, pero bueno... no se puede ser todo en la vida! ;)
Hay que llegar a la raíz del pensamiento de esta gente para entender cómo aferrarse a lo que nuestros antepasados han cuidado con recelo. Me duele un poco admitirlo, pero el desencanto de una Caracas cada vez menos accesible para los caraqueños, en donde la cultura y la historia parecen ser elementos indeseables y por ende, plenamente dispensables dentro del catastro geográfico. Definitivamente, hay que darle mano dura a algunos vándalos que disfrutan acabando con verdaderas obras de arte que tímidamente se asoman: la Universidad Central de Venezuela, el Parque del Este, el Teatro Teresa Carreño, la Plaza de los Museos, el Palacio de Justicia, y por supuesto, la misma "bola" de Jesús Soto - estructura de carácter cinética - penetrante compuesta de hilos y varas de acero, de la que hoy en día quedan algunas barras, y las estructuras que otrora las soportaron -.
A la memoria del maestro Soto y de Carlos Raúl Villanueva, "el arquitecto de Caracas", mis deseos de vivir en una mejor Caracas.
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