Resulta que nunca he comentado nada sobre mi carro en el blog. Recientemente lo rayé un poco por TORPE, pero no es mal de morirse. Igual pronto le toca empezar a irse escalonadamente al taller a que le reparen todas sus imperfecciones de cosmética.
Pero el hecho de que tenga un 1.8 que se siente como un 1.0 cuando lo manejo, definitivamente no me agrada. No tengo idea de qué tiene. Pasé todo el santo fin de semana leyendo el maravilloso manual Chilton de reparación del automóvil en el cual mi padre creyó hasta el final de sus días.
Más allá de que el carro tenga una cosa u otra (que igual ya se que me van a bajar unas buenas semanas de sueldo para arreglarlo), hoy me di cuenta de que posiblemente tengo 6 años sin hacer mecánica por el simple hecho de que extraño poder compartirla con mi papá. Sí, estuve bien ocupado en la universidad... pero después de que él se fue, ya nunca fue igual.
Al menos tengo un suegro que se las sabe con el asunto... me pregunto si en verdad lograré al menos intentar que mis hijos sepan de mecánica... el mundo parece evolucionar hacia rumbos en los que el trabajo mental es tan importante que el físico (léase, la mecánica en este momento) es irrelevante.
Ya veremos... quizás lea esto dentro de 20 años, un día, después de terminar de echarle llaves a algún carro, para enseñarle a mi hijo cómo no dejarlo todo en el taller mecánico para poder andar sobre las tan preciadas cuatro ruedas.
Espero sonreír entonces...
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